A través de la ventana de la oficina del director podían verse los rostros preocupados de la maestra Ruth y del profesor Daniel, pero nadie, además de quienes estaban dentro, era capaz de escuchar lo que se discutía tras el cristal.
–...¿y cómo dice usted que se llama el chico? – preguntó la maestra al director.
–Me parece que el nombre es lo menos importante en este asunto, señor director –dijo el profesor Daniel–. No podemos ignorar que el chico está ciego y que ni la maestra Ruth ni yo estamos preparados para cuidarlo.
–Su nombre es David y, por lo que me aseguran, es un chico muy capaz. Sabe cuidarse solo y será una buena influencia para los otros estudiantes... ¡Miren!
El director les mostró un par de hojas impresas en donde se veían las calificaciones de David. Eran las notas más altas de su grupo.
–¡Este chico es un genio! –exclamó la maestra Ruth.
–Pero un genio que no puede ver, señor director –insistió el profesor Daniel– ¿No cree usted que eso retrasaría, al menos un poquito, el desempeño general del grupo?
El director les explicó que David sólo estaría acompañándolos por una semana y que había sido el propio chico quien pidió a su padre que buscara la forma para que le permitieran visitar aquella escuela. David quería hacer nuevos amigos, aprender cosas distintas...
–Por mí no hay problema en que David se integre con mis alumnos –dijo la maestra Ruth.
–Esta semana tenemos en mi grupo la visita al circo –explicó el profesor Daniel– ¡Recuerde que hicimos planes desde hace un mes!
El director entrelazó las manos y levantó los ojos al cielo, como si estuviera persiguiendo algún insecto invisible.
–Ummm... A decir verdad, había olvidado lo del circo –dijo mirándolos de nuevo–. Pero si lo que David quiere es hacer amistad con alumnos de esta escuela, ¿qué mejor forma que conviviendo dentro y fuera del salón de clases? Sí, definitivamente sí: David se quedará con su grupo, profesor Daniel.
El profesor intentó convencer al director para que pensara mejor las cosas. La maestra Ruth insistió en que David podía estar en su grupo, pero el director ya había tomado su decisión. Dijo a los maestros que ya podían retirarse, los acompañó hasta la puerta y, antes de cerrarla, dijo al profesor Daniel:
–Mañana, luego de que sus alumnos entren al salón de clases, usted saldrá para esperar la llegada de David. Me avisaron que él quiso tomar al autobús sin que nadie más lo acompañara. ¡El chico es muy valiente!, ¿no lo cree?
El profesor no supo qué responder. Se alejó de allí con la cabeza inclinada. ¿Por qué tenían qué pasarle estas cosas? Él jamás había cuidado de un chico ciego y no se sentía capaz de hacerlo. ¿Y si tenía que cancelar la visita al circo por culpa del tal David?
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